El lehendakari Pradales anunció la semana pasada una cumbre (quizás la denominación suene algo pretenciosa para nuestra escala) con las tres Diputaciones y Eudel para impulsar la desburocratización de nuestro sistema institucional y adecuar y mejorar la eficiencia de la administración pública vasca. Es una buena iniciativa, va en la buena dirección, pero creo que es momento de ir más allá.
Considero que el Lehendakari adapta uno de los apartados que recoge la propuesta de EH Bildu de cara a los presupuestos de 2025 sobre la realización de un análisis integral de nuestro sistema institucional y la elaboración de un plan estratégico de modernización de la Administración. Pero, además de ello, con esta iniciativa, implícitamente, el Lehendakari asume, aunque de forma insuficiente, lo sustancial de la propuesta de EH Bildu: la necesidad de operativizar en términos institucionales una visión conjunta de los tres territorios.
En definitiva, EH Bildu ha planteado una filosofía de trabajo, un nuevo enfoque que consiste en abordar desde una visión global el diseño de los presupuestos de las cuatro principales instituciones de la Comunidad Autónoma Vasca. De esta manera, planteamos definir de forma cooperativa la dirección y el nivel de ambición de las políticas públicas en aquellos ámbitos considerados prioritarios. El resultante sería una agenda común, una agenda de país para esta parte del país que debería de tener fiel reflejo en los presupuestos de cada una de las cuatro principales instituciones (las tres Diputaciones y el Gobierno Vasco).
Para ello, hemos emplazado al PNV y al PSE a entablar un diálogo. Pretendemos, simplemente, crear un espacio de diálogo entre las fuerzas políticas que somos capaces de articular mayorías en las tres Juntas Generales y en el Parlamento Vasco. La petición formal para sendas reuniones no ha obtenido respuesta por parte de ninguno de ellos, algo que nosotros nunca haríamos.
Por nuestra parte, este método de trabajo para abordar el debate de las cuentas públicas ha venido para quedarse: los siguientes años actuaremos exactamente igual, por cuanto que entendemos que las motivaciones que nos llevan a plantearlo emanan de una reflexión política lo suficientemente sólida. Una reflexión que descansa sobre tres pilares:
- Hay una característica de este momento histórico que debemos tener muy presente, porque es un rasgo que lo define en términos socioeconómicos: los retos sociales son extraordinariamente complejos, lo cual exige activar toda nuestra capacidad institucional en una determinada dirección. Es momento de conectar capacidades y conocimiento y disponerlo al servicio de una agenda de país, es decir, reforzar la cooperación horizontal entre las tres Diputaciones y el Gobierno Vasco de tal forma que todos los territorios sumen en una sola dirección; y es momento de alinear las diferentes escalas institucionales, es decir, coherentizar la acción institucional de las tres escalas de nuestro sistema en el desempeño de las políticas públicas: Gobierno Vasco-Diputaciones-Ayuntamientos.
Lo planteó acertadamente el Diputado General de Araba Ramiro González hace dos semanas en alusión a las infraestructuras aeroportuarias: ¿Somos un país o somos tres territorios? Retos sociales como la emergencia habitacional, los cambios en el mercado laboral, la transición hacia un modelo de cuidados desfamiliarizado y feminista, la protección social en sus diferentes dimensiones, el despliegue de las energías renovables en el territorio, la movilidad sostenible, avanzar hacia un sistema alimentario de cercanía, la revitalización del proceso de normalización del euskara, por poner unos ejemplos, requieren de una visión de país más sólida de la que disponemos actualmente.
A tenor de sus declaraciones, el lehendakari Pradales es un entusiasta del Informe Draghi. Dicho informe es en primer lugar, y al margen de otras consideraciones, la constatación del fracaso de las políticas neoliberales por parte, precisamente, de quienes las han pilotado en el ámbito europeo en las últimas dos décadas. Pero esto daría para otro post. En cualquier caso, ¿qué es lo que plantea el Informe Draghi?
Básicamente, que la falta de un enfoque político claro ha derivado en una excesiva carga regulatoria y un mercado único fragmentado. Critica, por ejemplo, que se establezcan objetivos comunes, pero que no se establezcan prioridades claras ni se adopten políticas conjuntas para alcanzar esas metas. A esto añade un segundo elemento que llama el desperdicio de recursos comunes. El tercer elemento que apunta es la falta de coordinación de las políticas fiscales y comerciales. En cuarto lugar, Draghi critica las normas de toma de decisiones: califica el sistema de hostil y complejo, y critica su lentitud y parcialidad, al dividir las decisiones por temas en las que interactúan multitud de actores. Por último, considera necesario que se cree un mercado de capitales para el conjunto de la Unión que tenga apoyo público con activos comunes seguros.
En resumen, Draghi apuesta por un gobierno europeo fuerte, por una gobernanza más vertical si se quiere, que tenga capacidad de diseñar y ejecutar determinadas políticas económicas. Pues bien, si se da por bueno este enfoque para la escala macro como la visión necesaria para afrontar la complejidad de los retos socioeconómicos contemporáneos, el Lehendakari y EH Bildu bien podríamos convenir en considerar este mismo enfoque, con más razón si cabe, para la escala micro, nuestro país, partiendo siempre de las especificidades de cada territorio histórico y respetando escrupulosamente el ámbito competencial de cada institución. Y no compartimos la objeción de que este liderazgo público vaya en detrimento de nuestro sentido comunitario. Muy al contrario, desde nuestro punto de vista, es precisamente la falta de liderazgo político de las últimas legislaturas la que ha propiciado, entre otros factores, el debilitamiento de nuestro sentido comunitario. Lo que se requiere ahora, por lo tanto, es un fuerte liderazgo público guiado por una sólida visión de futuro capaz de activar nuestras capacidades comunitarias, que las tenemos. - Nuestra arquitectura institucional, de hondas raíces históricas y de marcado carácter confederal, no es óbice para superar dinámicas territoriales particulares que nos alejan de un proyecto de país coherente y restan eficacia a las políticas públicas y eficiencia a la inversión pública; y, además, no garantizan la igualdad de trato por parte de las instituciones a la ciudadanía de la CAV. Nuestro sistema institucional no puede dar lugar a dinámicas disgregadoras y centrífugas. Hay ejemplos por doquier: diferentes tarifas de descuento al transporte público, distintas tarifas de peaje, inequidades intolerables en los servicios sociales, diferente tratamiento fiscal en diversos ámbitos, instrumentos particulares y repetidos como las tres tarjetas para el uso del transporte público, falta de coordinación e incluso competencia inter-territorial en cuanto a infraestructuras estratégicas, etc. El debate público entre representantes políticos del mismo partido sobre la conexión de la Y vasca con Navarra no es más que la punta del iceberg.
Somos un país pequeño en un mundo absolutamente globalizado, por lo que la escala de nuestro país nos obliga, más que nunca, a armonizar las políticas públicas, tanto las de ingreso como las de gasto. Lo que es evidente con respecto a la política fiscal lo es, de igual manera, para el caso de la política de vivienda, los cuidados o la transición ecosocial. A nadie se le escapa que si hay que aprobar tres normas forales armonizadas que regulen la fiscalidad de la CAV, es necesario un espacio de diálogo y negociación entre los partidos políticos que puedan articular mayorías en las tres Juntas Generales. Pues bien, ¿por qué no hacer lo mismo con las políticas públicas clave para hacer frente a los retos sociales de época? Creo que planteamos algo de bastante sentido común.
¿Algo innovador quizás? Puede ser. Pero resulta chocante ver tan reactivos ante la innovación en los procesos políticos y democráticos a quienes reivindican la innovación en la esfera económica día sí y día también. Todo ha cambiado en la empresa en cuanto al modelo de gestión en los últimos 20 años, sin embargo, en la esfera política, como tantas veces se ha puesto de relieve, se pretende hacer frente a retos del siglo XXI con herramientas del siglo XX. - La crisis sistémica exige una profundización democrática que pasa por incorporar la sociedad civil al diseño de las políticas públicas y a la toma de decisiones estratégicas. No obstante, la gobernanza colaborativa también se tiene que dar al interior de la sociedad política: es imperativo que los partidos políticos sean capaces de prefigurar una agenda común, una agenda de país. Pero, lamentablemente, esto no está siendo así. Todavía no hemos alcanzado la cultura política necesaria para anteponer la necesaria cooperación a la inevitable competición.
Vuelvo al ejemplo de la fiscalidad: En junio se alcanzó un acuerdo de bases en las Juntas Generales de Gipuzkoa. Ahora se anuncia un acuerdo entre el PNV y el PSE para el conjunto de los tres territorios (lo cual demuestra que los pactos globales y “verticales”, efectivamente, existen), pero la realidad es que no suman mayoría ni en Gipuzkoa ni en Araba, y que, por lo tanto, requieren del concurso de un tercero. Tratándose de un tema de tal calado político en un momento económico tan importante como este, considero muy desafortunado emprender una reforma fiscal al margen de quien ha sido la primera fuerza política en dos de los tres territorios históricos en las últimas elecciones. El PNV y el PSE deben abrirse a una negociación a tres para el diseño de la reforma fiscal.
Porque no es precisamente una buena pedagogía política que los partidos se hagan eco de la democracia deliberativa cuando no son capaces de deliberar entre ellos ni siquiera cuando están obligados a hacerlo por el juego de mayorías.