El principal escollo del Pacto de Salud ha sido la manera en que se ha planteado la relación público-privada. Desde nuestro punto de vista, no se ha blindado la sanidad pública de manera suficiente frente al ánimo de lucro, y esta ha sido la razón fundamental por la que EH Bildu no ha suscrito el pacto.
En las últimas semanas se ha dicho de forma reiterada que el texto recogía el compromiso de no exceder el 6% de nivel de concertación con la sanidad privada, y que eso era suficiente para acreditar el compromiso con la no privatización. No obstante, ese indicador, tal como lo reconoce el propio diagnóstico de la mesa de salud, es un indicador difuso, porque se desconoce qué es exactamente lo que computa. Nuestra sospecha es que se refiere a los conciertos del Departamento de Salud, pero la relación que Osakidetza tiene hoy con el sector privado va mucho más allá.
Hay una realidad insoslayable que hace que los participantes en la mesa con alta sensibilidad social sean especialmente cautos ante este tipo de mensajes por parte de los partidos de gobierno. Si repasamos el presupuesto del Gobierno Vasco del presente año vemos que hay una tendencia hacia la privatización: el gasto dirigido a la concertación sanitaria ha crecido un 9,1% con respecto al año anterior; el dirigido a la concertación sociosanitaria un 47% desde 2023; el presupuesto para cubrir las derivaciones ha pasado del 4,4% al 6,5% desde el ejercicio anterior al presente.
Pero, además, en los últimos años hemos asistido a procesos de privatización de servicios no sanitarios pero sí críticos como el centro logístico de Iurreta que ahora se ha paralizado. Bien, pero no sabemos qué va a pasar de cara al futuro. Lo que sabemos es que este mismo Gobierno PNV-PSE fue quien tuvo a bien fomentar la privatización de una infraestructura logística esencial como esta hace escasos años, lo cual demuestra que la tentación de privatizar es real.
Además, el nivel de concertación del Departamento de Salud es un indicador insuficiente, ya que las vías por las que el ánimo de lucro va a poder avanzar en la prestación del servicio de salud van a ser variadas. Por ejemplo, si hacemos frente a las listas de espera por medio de derivaciones y esto pasa de ser una circunstancia puntual a convertirse en una práctica habitual, lo que estamos haciendo es ahondar en la dependencia del sistema público con la sanidad privada.
Si reparamos al contexto en el que se va a desenvolver la sanidad pública en los siguientes años, sobran razones para recelar: Europa camina hacia el 5% del PIB en defensa, lo cual solo se puede realizar recortando servicios públicos, y recordemos que la sanidad es el servicio público más costoso. Esta circunstancia se da, además, en un contexto de envejecimiento de la población que va a requerir un aumento de la inversión pública en sanidad si queremos mantener los estándares de calidad que hemos conocido hasta ahora. La digitalización, junto al uso del dato, es un tercer factor que va a propiciar nuevas posibilidades para que el ánimo de lucro encuentre nuevos espacios en la prestación del servicio de salud. Por lo tanto, la presión para reducir la inversión pública o no aumentarla en proporción al envejecimiento de la población va a estar muy presente. El riesgo de profundizar en la dualización del sistema sanitario (una sanidad pública devaluada y una sanidad privada con cada vez más receptores) que ya se está produciendo es muy real.
Por lo tanto, ni es suficiente con un solo indicador, ni los partidos de Gobierno están en disposición de pedir que la sociedad haga un acto de fe y confíe en la buena voluntad de los actuales y futuros gobernantes. El compromiso con la sanidad pública debe acreditarse de forma taxativa, con la suficiente concreción y sin ambages: Hay que cerrar el paso al ánimo de lucro y profundizar en la autosuficiencia de la sanidad pública.
Con ese objetivo, EH Bildu realizó una enmienda al texto de la mesa de salud que se refiere a la relación público-privada. La enmienda plantea el objetivo de reforzar el sistema público de Salud, priorizando la prestación del servicio mediante medios públicos y propios y revirtiendo servicios estructurales y críticos, bajo los principios de eficiencia, equidad y calidad, poniendo a la/el ciudadana/o en el centro. Y propone cinco líneas de actuación:
- Inventariar la prestación de servicios, incluyendo contratos, conciertos, convenios, subvenciones y otros instrumentos.
- Evaluar cada contrato con el sector privado para la provisión de servicios.
- Crear un marco integrado por la administración, colegios profesionales, representantes de trabajadores/as y representantes de usuarios/as que analice y apruebe las situaciones puntuales, debidamente justificadas, de externalización de servicios.
- Realizar un plan de integración de servicios tanto estrictamente sanitarios como complementarios que deban ser provistos directamente por el sector público, con un cronograma para su publificación progresiva.
- Fortalecer la capacidad pública de planificación, organización y contratación.
Creíamos que este era el suelo que debía establecer el Pacto de Salud. La preguntas que nos hacemos son, ¿con cuál de las cinco líneas de actuación no se está de acuerdo y por qué? Pensamos que la relación público-privada, el nudo gordiano de la mesa de salud, requería un ejercicio pausado de análisis y debate. Algo que no se ha querido hacer.
Porque las prisas por cerrar el proceso y anunciar un Pacto han prevalecido sobre las condiciones que la mesa debía propiciar para desatar el nudo gordiano de forma adecuada. En las últimas semanas, la dinámica de trabajo de la mesa ha estado expuesta a una presión política que ha desvirtuado el propio ejercicio de la mesa. Mensajes como que ya había acuerdo en 22 de las 24 ponencias cuando se estaba en periodo de enmiendas, o las interpelaciones públicas de los partidos de gobierno en el sentido de que aquí se iba a pasar el algodón a EH Bildu, son una instrumentalización de un ejercicio colaborativo en aras de intereses políticos cortoplacistas.
Hoy no hay Pacto de Salud. El viernes se plantearon dos votaciones. La primera, si nos adheríamos o no al Pacto que engloba las 24 ponencias. El voto de EH Bildu fue contrario, junto a Sumar y todos los sindicatos de Osakidetza. PNV, PSE, Confebask y PP, entre otros, votaron a favor. Más allá de EH Bildu y lo que representa como segunda fuerza en el Parlamento Vasco con 27 escaños, me parece que no se puede llamar Pacto de Salud a algo que cuenta con el rechazo de prácticamente todos los representantes de los y las trabajadoras de Osakidetza. Algo se ha hecho mal en la mesa de salud si todos los sindicatos entienden que el compromiso con la sanidad pública no es lo suficientemente claro.
El viernes hubo una segunda votación sobre si permanecíamos o no en la mesa de salud participando en la comisión de seguimiento. EH Bildu dijo que sí. Estamos dispuestos y dispuestas a seguir participando en la mesa de salud para hacer seguimiento de la implementación de los consensos alcanzados y seguir profundizando en las cuestiones que generan disensos que son de gran calado, no solo en lo que se refiere a la relación público-privada, también en aquellas que guardan relación con la cartera de servicios o la política de personal. Durante los últimos meses, hemos hecho un trabajo ingente y una aportación cualitativa reconocible en cada una de las 24 ponencias. Suscribimos 11 de ellas, no estamos de acuerdo en ocho y nos hemos abstenido en cinco. Creemos que hay que retomar el espíritu inicial de este ejercicio colaborativo, desvirtuado en la última fase, y conformar un espacio de análisis y debate de rigor. Algo que en ningún caso puede suplantar al Parlamento: Aquí hay un gobierno con mayoría absoluta que debe gobernar y una oposición que debe hacer su trabajo.